Conozco a una mujer por la que no callar
Conozco a una mujer que no está
bañada en agua bendita, no es un angelito caído del cielo. Ni una diosa, ni un sueño.
Es real, luchadora, fuerte… imperfecta para muchos. Quizá no sea la luz dentro
de laberinto. Tal vez solo tenga el desdichado poder de estar siempre ahí,
donde se necesita. Pendiente y sonriendo, resistente y de mirada eterna.
Valoramos tan
poco las cosas importantes de verdad. Posiblemente no exista una razón lógica para
venerarla. Porque tal vez no exista la necesidad propia, de hacer tal cosa. Aunque
lo hacemos... Porque quizás, tan solo quizás, el amor romántico solo sea una
imaginación de muchas cabezas soñadoras en tiempos difíciles. ¿Quien se atreve
a buscar la persona perfecta? ¿quien se atreve a exigir algo inalcanzable? Si todo
el mundo acumula imperfecciones y colecciona equivocaciones. Y ese error tan
miserable de considerar la posesión personal sobre otra vida ajena... Conozco
una mujer que está lejos de tu miedo, cobarde.
Conozco una mujer
que sabe que un día ganará. La verdad, es que conozco muchas mujeres que lo
harán. También conozco muchas que sin saberlo, también ganarán. Conozco a mucha mujeres portadoras de una poderosa lucha silenciada, una pesada mochila de batallas. Pesada por resistir tanto,
por aguantar tanto.
Conozco una mujer, una mujer detrás de otra, a las que les tendríamos
que dar tanto las gracias como pedirles disculpas. Quiza no conozco mujeres que ya no están, de las que el silencio nos hizo complices de su faltar. Pero no quiero callar por las que estan.
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