Nada es lo mismo


Tras la espera de que llegue el momento, el fin de la jornada, el fin de semana, las vacaciones, la jubilación. Grave, es que día a día y año tras año, no nos saciamos con esos momentos tampoco. Llega ese instante y empieza el temor. El temor al lunes, el temor a la reincorporación de verano, el temor a tener tiempo sin aprovechar, temor a que se acabe.

Sobretodo lo peor, es comparar. Comparar con el fin de semana anterior, con las vacaciones de un año ya lejano. Inclusos comparar con la vida de otro. O mucho peor, con la vida que nunca existió. La que pudo haber sido. 
No nos damos cuenta, que nada es lo mismo. Que tenemos tiempo a invertir y que un día miras atrás y las personas de antes ya no son las mismas. O incluso ya no están.
Nos nos damos cuenta, pero el tiempo se nos antoja una pesada carga que tratamos de dejar a buen recaudo. Para gastar, o malgastar, en otro momento. Que ilusos. La ilusión de fijar las manillas del reloj, estancadas en una época que anhelamos como "la mejor". Que ingenuos. La ingenuidad de querer regresar a los mismos lugares a obtener los mismos resultados. Sin comprender que ya nada es lo mismo. Entonces, solo entonces, tratas de frenar. Tratas de poner freno cuando ya has superado la cumbre y comienza el descenso. Entonces tratas de frenar. Nunca es tarde.
Te dispones a frenar las búsquedas. Los acertijos sin respuesta, los días sin puesta de sol. Tratas de poner piedrecitas en el camino a modo de recuerdo, para no olvidar que el tiempo no pasa en balde. Queremos comprender que las medianoches de lechuzas roncas ya no se cuentan con los dedos. Anhelamos re aprender que los martes son un día importante a marcar en el calendario. Tratar de emprender una nueva senda de la que sobretodo ser consciente. Tener ilusión que no ser solo un iluso. Ingeniosa para no ser siempre solo una ingenua. Tratar sobretodo, de darse cuenta.

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