Encontrar una geisha en Kioto

Caminando por Gion, un barrio pequeño, situado en el distrito de Higashiyama en la parte oriental de Kioto. Me desplazo junto al riachuelo, al que tenenunente iluminan sus calles, solo el sonido de agua y unos suaves destellos de su movimiento indican que ahí está. 

Había leído que suelen verse algunas geishas en una estrecha calle de restaurantes. Según cuentan las lenguas antiguas es un oficio en extinción, a las japonesas de hoy en día el sacrificio de tener que entretener continuamente, del perpetuo fingir y agradar, no son alicientes en la vida moderna de las féminas niponas. Tambien se sabe que los trajes de geishas son un coste elevado, puede llegar a costar diez mil euros.

Mi intención era dar una vuelta por el barrio y observar su aire antiguo, calles estrechas iluminadas por farolillos con símbolos japoneses. Entradas a restaurantes con aire zen, donde personas de bien gozan los mejores placeres gastronómicos de la antigua capital de Japón.

En la ruta me distraigo, como es habitual, y la silenciosa calle comienza a murmurar. La gente a observado algo y me giro a ver que sucede. Una geisha de paso suave y gestos sigilosos se escurre entre la gente. No he visto el rostro pero comienzo a caminar detras de ella presuroso. Su destreza con el traje ceñido y los zapatos tradicionales son abrumadores. Un gruesa tela envuelve su cintura terminando en una especie de lazo en la espalda. A paso mas rápido de lo habitual la tengo que seguir, con camara en mano y una pregunta en la cabeza:
 - Le tendré que robar una foto o se lo puedo pedir?.

Tras unos minutos tras la figura de deslumbrante tela oriental se ladea para entrar en una puerta. Abre la puerta como si de una actuación se tratase, da un paso al interior y gira la cabeza para observar antes de cruzar. La tez blanca es governada por esos ojos rasgados que ahora se encuentran con mi camara que no la está observando y con mi mirada. Me dedica esa mirada picara de quien se queda en el recuerdo cinematografico de la mente mientras los atuendos del cabello recogido se ladean y brillan hacia el interior. 
Tras cerrar la puerta los pasos descalzos y rapidos se escuchan sobre el tatami, como si de una niña descalza y libre hubiese llegado a su casa.

Otro dia, un poco mas alejado, ya mas adelante, encontraría a un par de Maikos, son aprendices de geisha, que ahora estan aprendiendo el oficio y comienzan a ser mostradas a la sociedad. La timidez es palpable en sus gestos a pesar que el ropaje es deslumbrante igualmente. Ademas una progenitora aun las asedia con fotografias, así que debe ser que aun son bastante novicias. Sin embargo a mi se me brinda una oportunidad única que quizá de aquí unos años ya no otorguen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Como Alicia en la madriguera del conejo

El Rey Mono

Un mundo sin máscaras