Leprechaun: el duende irlandés
Cuenta
la leyenda que, si cualquier persona mantiene la vista fija en uno de estos
seres, él no podrá escaparse. Pero en el momento en que el observador pestañee
o mire hacia otro lado, el Leprechaun desaparecerá de inmediato. Un cuento
típico empieza con un viajero que sigue el débil sonido de un martillo,
proveniente de un espeso bosque. Cuando el Leprechaun ve que le han
descubierto, suele mostrarse amable hasta que su visitante le pide que le diga
dónde esconde el oro. Como el Leprechaun está obligado a llevar hasta su oro lo unico que puede realizar es el engaño y recurrirá a cualquier artimaña para
distraer a su captor.
Porque en el mismo instante en que el humano le quita los ojos
de encima, el Leprechaun se esfuma. Por ejemplo, puede volverse sorprendentemente generoso y, en un abrir
y cerrar de ojos, comprar su libertad con una bolsa repleta de monedas de oro.
Pero cuando los Leprechaun los rocían con el oro, es mejor no endeudarse
demasiado pronto, pues su regalo se convierte enseguida en cenizas o desaparece
por completo. Se rumorea que esconden el oro al final del arco iris...
En
la mitología irlandesa, un Leprechaun es una clase de hada masculina; se dice
que habita en la isla de Irlanda. Forman parte del folklore de la zona,
asociado al Tuatha Dé Danann y a otras razas antiguas. Las leyendas populares
relatan que estas criaturas habitaban Irlanda antes de la llegada de los
celtas.
Se
pueden encontrar dos grupos dentro de las familias de los Leprechaun, y son:
los Leprechaun propiamente dichos de los que hemos hablado y los Cluricauns que
son mucho más traviesos, viven en las casas y roban y trastocan todo lo que
pueden dentro de ella. Además se dedican a cabalgar sobre animales domésticos
durante toda la noche (perros y gatos).
A
veces adquieren el aspecto de ancianos a quienes les gusta realizar travesuras.
Suelen ser zapateros muy ricos, porque guardan tesoros enterrados desde los
tiempos de la guerra. Los Leprechaun
y otras criaturas de la mitología irlandesa son asociadas con “fortalezas de
hadas” o “hadas sonoras”. Se afirma que prefieren observar el mundo desde
sitios elevados, como los cerros.
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